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El hecho de que el Canciller cortejee a China supone una traición a los intereses británicos y a los derechos humanos.

Puede que recuerde o no la vez en que Rachel Reeves expresó su temor de que el Reino Unido dependiera demasiado de China. "Creo que todavía dependemos demasiado de China", dijo a principios de 2023. "La seguridad nacional siempre tiene que ser lo primero".

Sin embargo, a principios de 2025, la Canciller parece estar adoptando un enfoque muy diferente. Puede que Reeves haya votado a menudo a favor de leyes que promueven los derechos humanos, pero esto no la disuadió de visitar el despiadado Estado autoritario el mes pasado. En su publicitado discurso, en el que expuso sus planes para enderezar la economía británica, alardeó de que su visita a Pekín había garantizado acuerdos por valor de 600 millones de libras para el Reino Unido. Pero la pregunta sigue en el aire: ¿A qué precio?

 La lista de abusos contra los derechos humanos perpetrados por el Partido Popular es tan larga como indefendible. Desde las graves persecuciones y represalias que sufren los críticos del gobierno y quienes luchan por los derechos humanos hasta la estricta censura de los ciudadanos chinos y la supresión de la libertad de expresión y asociación, la represión en China no hace más que intensificarse.

Persisten los abusos sancionados por el Estado contra uigures y otros musulmanes turcos en Xinjiang, así como la represión continuada de activistas prodemocráticos en Hong Kong. La extracción forzada de órganos perpetrada contra minorías religiosas sigue siendo uno de los ejemplos más bárbaros y enfermizos de abusos imaginables.

Además, está el espionaje cometido por agentes del Estado chino en todo el mundo. La embajada china en Londres instó recientemente al Reino Unido a "dejar de crear problemas" después de que se prohibiera la entrada en el país a Yang Tengbo, un empresario acusado de espiarnos en su nombre. Como era de esperar, la polémica reavivó las peticiones de que el Reino Unido clasificara a China como amenaza para la seguridad nacional. Sin embargo, ahora que Reeves parece estar de acuerdo con ellos, parece que vamos en la dirección contraria.

Sí, Reeves tiene razón al señalar que China es nuestro cuarto socio comercial y la segunda economía del mundo. Pero esto no niega ni alivia la grave amenaza que China representa para la seguridad nacional.

Reeves ha prometido desafiar a China, afirmando que durante su reciente viaje planteó "cuestiones en torno a los derechos humanos, los trabajos forzados, Hong Kong y Jimmy Lai, y en torno a la sanción de parlamentarios".

Sin embargo, uno no puede evitar preguntarse qué es lo que realmente ocurre tras las puertas de estas negociaciones, y si la canciller o el gobierno británico en general se toman tan en serio como deberían el historial de violaciones de los derechos humanos por parte de China. Los dirigentes británicos se han destacado durante mucho tiempo por rendir homenaje a los principios democráticos y a los derechos humanos, pero a menudo esto se queda en palabras vacías y promesas vacías.

Desde su toma de posesión el pasado mes de julio, los laboristas no han ocultado su afán por mejorar nuestras relaciones con China. Pero esos esfuerzos también han estado marcados por una aparente escasez de consternación y enfado ante el espeluznante catálogo de abusos de los derechos humanos por parte del régimen.

 Por ejemplo, la militarización de las difusiones rojas de Interpol. Las notificaciones rojas están concebidas como alertas para localizar a delincuentes graves, pero Pekín ha convertido estos mecanismos en una herramienta de represión transnacional. A su vez, se han utilizado para perseguir a personas que han escapado a la represión del régimen, entre ellas defensores de los derechos humanos y disidentes políticos.

Esta persecución está a veces profundamente arraigada en la ideología, y los chinos que han tenido éxito en los negocios y se han "occidentalizado" posteriormente se han visto castigados. Ser objeto de una notificación roja puede cambiarle la vida: pueden congelarle sus bienes, prohibirle viajar y, lo que es más irrevocable, dañar profundamente su reputación. Estos daños pueden durar más que la retirada de la notificación por considerarse injustificada.

 En resumen, la sofisticada manipulación por parte de China del sistema de difusiones rojas de Interpol no tiene parangón, y su uso indebido supone un peligro de largo alcance para la aplicación de la ley a escala internacional. El éxito de su infiltración en una institución mundial como Interpol es un signo revelador del creciente poder y control del régimen autoritario. El gobierno británico, que aporta importantes fondos a Interpol, debe exigir la reforma de la institución.

También está la cuestión de los ciberataques. En 2020, el Departamento de Justicia de Estados Unidos anunció cargos penales contra ciudadanos chinos tras una campaña de ataques dirigidos a gobiernos y empresas.

 Si el gobierno británico sigue empeñado en mantener lazos económicos con China, tendrá que mantener los ojos bien abiertos. Como era de esperar, han surgido preocupaciones sobre el riesgo para la seguridad que suponen los planes de China de construir una nueva embajada de 600.000 metros cuadrados en Londres; tanto el ministro de Asuntos Exteriores, David Lammy, como la ministra del Interior, Yvette Cooper, han manifestado su apoyo a la megaembajada.

Pero la amenaza que representa China no sólo existe en el ciberespacio, ya que incluso se ha agredido a ciudadanos chinos en el Reino Unido. Por ejemplo, en 2022, el cónsul general Zheng Xiyuan agredió a un manifestante de Hong Kong en el recinto del consulado chino en Manchester.

La apertura de Reeves a China supone una cobarde traición a los derechos humanos y a los intereses británicos.

 Este artículo fue publicado por primera vez por el Daily Telegraph el 8 de febrero de 2025.

[https://www.telegraph.co.uk/news/2025/02/08/chancellor-courting-china-craven-betrayal-british-interests/]

Foto de Alejandro Luengo en Unsplash

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