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Hacerlo socavaría el orden jurídico internacional, por muy injusto que sea el caso

Ben Keith comenta enThe Times el 4 de junio de 2020

A la familia de Harry Dunn le han vendido falsas esperanzas. Anne Sacoolas nunca será extraditada.

La notificación roja de Interpol solicitando la extradición de la espía estadounidense por el presunto asesinato de la adolescente con su coche es una pista falsa. Su madre, Charlotte Charles, imploró recientemente en El Washington Post para que la Sra. Sacoolas regrese a Gran Bretaña y "haga frente a lo que ha hecho y reciba justicia de acuerdo con la ley".

Si la estadounidense se sintiera repentinamente invadida por el sentido de la justicia, podría hacerlo por voluntad propia, pero la notificación roja no la obligará.

La petición de extradición por parte de Gran Bretaña fue rechazada casi de inmediato por el Departamento de Estado estadounidense, que afirmó que su cumplimiento supondría un "abuso atroz".

La familia Dunn ha hecho todo lo posible por mantener la historia en el candelero y se ha ganado claramente a la opinión pública. Sin embargo, los argumentos jurídicos que los respaldan se desmoronarán.

La defensa de la inmunidad diplomática de la Sra. Sacoolas se basa en el papel de su marido como funcionario estadounidense destinado en la RAF de Croughton, en Northamptonshire. En virtud de un antiguo acuerdo entre Gran Bretaña y Estados Unidos, todo el personal de la base goza de inmunidad diplomática, al igual que sus familiares.

Este es el procedimiento habitual y también está consagrado en la Convención de Viena, por una buena razón. Es fácil influir en los diplomáticos presionando a sus familias. La inmunidad diplomática protege a los diplomáticos de este tipo de injerencias políticas.

La confusión en los más altos niveles del Gobierno en torno a la cuestión de la inmunidad diplomática es preocupante y es de suponer por qué la familia Dunn también está tratando de presentar una acusación privada contra Dominic Raab, el secretario de Asuntos Exteriores, por mala conducta en un cargo público, un desafío legal que es poco probable que tenga éxito.

Aunque la Sra. Sacoolas ya no goza de inmunidad diplomática al estar de vuelta en suelo estadounidense, la cuestión en un tribunal sería si tenía inmunidad en el momento del accidente. Las autoridades estadounidenses afirman que sí la tenía. La inmunidad diplomática es algo que sólo puede levantarse por acuerdo o a través de un juez. Estados Unidos ha dejado claro que no accederá.

Ha habido muchos llamamientos para que Estados Unidos haga una excepción. Pero la realidad es que no lo harán y, a pesar de lo injusto de la situación, para defender el derecho internacional no deberían ceder a esa presión.

Hacerlo socava el orden jurídico internacional y facilita que otros países soliciten el mismo trato especial. Hay situaciones en las que se suspende la inmunidad -por asesinato, robo y otros delitos graves premeditados-, pero no se suspenderá en este caso.

Por horrible que sea, no se trata de un abuso del proceso diplomático. Este caso es un triste subproducto de un principio fundamental del derecho internacional y la diplomacia, lo que significa que la única manera de que la Sra. Sacoolas se enfrente a la justicia será si regresa voluntariamente. Y eso es muy poco probable.

Este artículo se publicó por primera vez en The Times el 4 de junio de 20210y puede consultarse íntegramente en aquí.

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