Ben Keith comenta en El Times el 19 de octubre de 2023
El sistema penitenciario británico no funciona. El Gobierno ha rebuscado en la historia en busca de una solución y se ha instalado en el siglo XVIII para abordar un problema del siglo XXI.
Su solución anunciada al hacinamiento en las cárceles es el transporte. No enviando convictos a Australia, como hacían nuestros antepasados, sino alquilando espacio carcelario a países como Estonia.
El Reino Unido lleva varios años recibiendo críticas por el pésimo estado de sus prisiones. Las cárceles se están deteriorando, están gravemente superpobladas, ruinosas y el personal de seguridad carece de recursos suficientes, lo que provoca violencia entre los reclusos. Un reciente informe de investigación llegó incluso a la conclusión de que "los reclusos [corren] riesgo de muerte debido a fallos en la atención sanitaria".
El fracaso de las extradiciones debido a las condiciones inhumanas de detención en el país de destino es un tema habitual: los tribunales llevan años ocupándose de las inadecuadas condiciones de las cárceles europeas. Pero ahora el Reino Unido se ha sumado a la lista de penales calamitosos y se está convirtiendo en el hazmerreír de todos.
Alemania denegó recientemente la extradición de un albanés al Reino Unido a pesar de presuntos delitos de tráfico de drogas y blanqueo de dinero debido al hacinamiento y la violencia crónicos en las instituciones británicas. Desde que el Reino Unido abandonó la UE, ya no puede acogerse a la orden de detención europea y, como tercer país, debería ofrecer garantías sobre las condiciones penitenciarias, pero en este caso concreto no pudo hacerlo. En lugar de ello, informó al tribunal alemán de sus planes de construir espacios penitenciarios para hacer frente al hacinamiento en una fecha futura sin determinar.
En julio, un tribunal irlandés denegó la extradición alegando que el hacinamiento en las cárceles provocaría que la persona reclamada estuviera encerrada 22 horas al día. El problema no es nuevo: en 2019, un tribunal holandés denegó la extradición después de que los inspectores de prisiones describieran "algunas de las condiciones más perturbadoras... jamás vistas", que, dijeron, no tenían "cabida en una nación avanzada en el siglo XXI". Pero las advertencias no fueron escuchadas.
El reciente escándalo de las fugas de presos ha sacado a la luz esta crisis. Daniel Khalife, en prisión preventiva en HMP Wandsworth, una de las mayores cárceles del Reino Unido, logró una espectacular fuga, mientras estaba atado debajo de un camión de reparto.
La respuesta de Alex Chalk KC, secretario de Justicia, fue afirmar que este tipo de incidentes "son muy raros" y que la inversión en el sistema penitenciario es "la mayor desde la época victoriana". Sus respuestas no son precisamente tranquilizadoras.
La huida de Khalife dice mucho del mal estado de las cárceles británicas. Aunque el Ministerio de Justicia ha admitido que la prisión de Wandsworth estaba 40 por ciento de falta de personal ese día de la fuga, el problema subyacente de la crisis penitenciaria es la infrafinanciación crónica, la ausencia de un plan a largo plazo y la falta de atención.
Mientras no se revisen de forma significativa el sistema penitenciario y la política de imposición de penas, continuarán las terribles condiciones que entrañan riesgos para los reclusos y la sociedad en su conjunto.